Washington es un hombre peculiar: pasa los días rodeado de animales embalsamados, libros antiguos y un teléfono fijo. No cree en el amor, habla de sexo sin pudor, junta recetas y añora el pasado. Atrapado en el tiempo, es retratado en su casa-laberinto. Para algunos, un búnker; para él, un paraíso.