En una colina azotada por el viento, en un lugar aún joven y desprovisto de vida, se construye una casa ancestral. La casa cobra vida y revela su larga vida de ciento cincuenta años. Ladrillo a ladrillo, viga a viga, cada acción, grande o pequeña, revela vida. Con el paso de los años, nos lleva a sentir el paso del tiempo, las transformaciones de su entorno y su vulnerabilidad ante el frenesí imparable de nuestro crecimiento urbano.