Un juez ha confiscado el teléfono a Pedro, un adolescente de 17 años, por grabar con su móvil la paliza a otro joven de su instituto y distribuirlo en redes. Su motivación para hacerlo ha sido poderosa. O al menos eso entiende él. La "víctima" es un matón del instituto que tenía atemorizado al centro. Pedro cree haber hecho justicia. Mario, su enrollado tío le recrimina su acción de forma razonada y contundente. Durante una inocente jornada de marcaje de animales, Mario y Pedro son testigos de un asesinato. Perseguidos y con riesgo alto de muerte, Mario luchará por salvar su vida y se encontrará con el mismo dilema al que se enfrentó su sobrino en el instituto: sacrificar o no la vida de los sicarios para salvar sus vidas.