Un chico conoció a una chica. Pasaron un tiempo juntos, fueron a menudo al cine, se regalaron cosas, viajaron. La chica deja al chico. El chico creía que ella era la mujer de su vida. Ella le regala un cuaderno con dibujos (lo mejor que sabe hacer) y con todas las entradas de todas las películas que fueron a ver. El chico coge una cámara. Un chico de 22 años que se expone de tal modo en una película, que se expresa en primera persona ofreciéndonos algunas páginas de un diario, el suyo, el que ninguna otra persona podría escribir en su lugar, hablándonos sin concesiones de su primera historia de amor y del dolor de una ruptura, no es frecuente. Un chico que comparte su dolor, la necesidad de filmar aquello que ama y que está perdiendo, su aprendizaje de la vida y del mundo a través del cine –del cine solamente– también es infrecuente. Un gesto de cineasta.
