Atrapada en una habitación sin noción del tiempo, Ludmila sobrevive a la rutina con pequeños rituales. La llegada de Julia, otra prisionera en la habitación contigua, rompe la monotonía, y pasan el rato jugando a Caldera o Artigas. Pero justo cuando Julia está por adivinar la palabra, se la llevan. Alguien más ocupa su lugar. El ciclo se reinicia.