En Chimborazo, el agua de los ríos ya no canta, sino que arrastra desechos. A través de los testimonios de agricultores cuyas vidas dependen de estos cauces, el cortometraje revela una dolorosa verdad: la contaminación que nace en la ciudad se escurre hasta los campos, envenenando cosechas, secando esperanzas y destruyendo el vínculo sagrado entre el agua y la tierra.